Se sentirían extraordinariamente marginales si el día en que casi todos los demás niños del planeta occidental reciben regalos, ellos los malos, no obtuvieran nada

 

Estamos en Navidad, para bien y para mal. Rito de origen cristiano, impregnado de tal forma en nuestra cultura que hasta las familias no religiosas lo celebramos. Cada año por estas fechas, vuelvo a constatar con una inquietante frecuencia cómo a mi alrededor los niños van comentando lo bien que deben portarse porque son “espiados” por un sujeto (Papa Noel) o varios (Reyes Magos) que todo lo ven y todo lo pueden, ya que tienen en su mano algo muy preciado por nuestros niños: regalos. Incluso algunos amables dependientes de las tiendas de juguetes, bienintencionados amigos, suegros y vecinos les preguntan abiertamente si se han portado bien o mal, supongo que con el objeto de que los niños vayan ajustando sus expectativas sobre la cantidad de juguetes o de carbón que los mágicos personajes les traerán. ¿O no? ¿O lo preguntan para el que el niño haga balance sobre su adecuada o no adecuada conducta en el último año? Va a ser esto último…

 

Me resulta muy cansino y triste ver como se les chantajea con “portarse bien, porque si no serán (nuevamente) castigados con la ausencia de regalos o peor aún, con el negro carbón.

Se sentirían unos niños extraordinariamente marginales si el día en que casi todos los demás niños del planeta occidental reciben regalos, ellos los malos, no obtuvieran nada. Es además de una manipulación, una mentira porque no lo haremos. No conozco ninguna familia que a pesar de haber asustado a sus hijos con el asunto de marras, haya tenido el coraje de cumplirlo.

 

El hecho de utilizar a estos personajes del imaginario popular, tan amorosos y cercanos, como herramientas de chantaje para nuestros hijos, se explica desde nuestra falta de autoridad y de recursos que desemboca en tener que recurrir a estos sicarios para que nos hagan el trabajo sucio. Y es también la representación a gran escala de la pedagogía basada en el premio y en el castigo: te están vigilando…, Si no te “portas bien” no habrá premio.

Por suerte, vienen siendo ya los que quedan porque el hombre del saco, el coco y otros ilustres inventos de presión, quiero pensar que están extintos.

Y voy más lejos, el mensaje subliminal y tóxico que estamos enviando a nuestros hijos es “pórtate bien por miedo” no por razones, valores o principios, no porque eso te ayudará a crecer y te beneficia, no porque te amamos y tratamos de transmitirte lo mejor de nosotros mismos.

“Pórtate bien” porque si te “portas mal”, el espía de la barba blanca y los chicos de los camellos, no pasarán por aquí.

En estos días, donde el estrés se va apoderando de las familias que ya están empezando a sentir que algo se les desubica por dentro, donde los que faltan se vuelven inmensos, donde los conflictos intrafamiliares que hemos ido esquivando el resto del año ahora se ponen encima de la mesa, donde el simple hecho de las vacaciones de los niños y la perspectiva de que tenerlos en casa a muchas familias les remueve, donde nos confrontamos con el paso del tiempo, donde los ritos nos conectan con emociones que no queremos manejar, todos nos volvemos más vulnerables, es aún más fácil recurrir a terceros mágicos que hagan de espías omnipresentes y amenazantes.

Es humano, pero no es ético.

Y además ni construye ni educa.

Los regalos son regalos, dádivas, ofrendas, que sirven para transmitir amor, generosidad, gratitud. Yo regalo a mis hijos porque me produce y les produce felicidad, igual que lo hago con mis amigos o con mi pareja. A ninguno de ellos les digo que si no “se portan bien” no les haré un regalito por Navidad o por su cumpleaños.

Si formamos parte de esos padres que hemos decidido continuar con el ritual mágico de Papa Noel o de los Reyes Magos, no podemos usarlos a nuestra conveniencia. La magia entonces es sagrada y el fin no justifica los medios. Nunca o casi nunca.

En una sociedad basada en la abundancia de cosas y en la privación de contacto y presencia, propongo “utilizar” estos ritos culturales para enseñar y transmitir a nuestros hijos la satisfacción y plenitud que produce la acción de dar así como la de recibir.

Las navidades son un buen pretexto, aunque no el único hacer un ejercicio de gratitud, expresando lo agradecidos que nos sentimos por todo lo bueno que la vida nos regala, aunque no siempre nos portemos bien, poniendo más luz en lo que tenemos y no tanta en lo que nos falta. Seamos espejo y referente sin necesidad de chantajes, enturbiando la magia de una noche que es ilusión y alegría y que con toda seguridad, teñirá de ternura los recuerdos de nuestros hijos, quienes a su vez, transmitirán el mismo entrañable tesoro en los suyos.

Decía Albert Einstein que dar ejemplo no es la principal manera de influir, es la única.

Nunca es demasiado pronto para transmitirles el germen de la solidaridad y nunca es demasiado tarde para alejar a los sicarios del castigo de la pedagogía negra que tiene patas muy, pero muy cortas y que aunque nos corra por la venas, podemos combatir desde una nueva y renovada conciencia y desde el absoluto e incondicional amor hacia nuestros niños.

Feliz Navidad.

 

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/12/20/mamas_papas/1513771692_226244.html

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