Los alimentos que no se compran no se toman. Y si no los tienes en casa no tendrás la tentación de ingerirlos durante la cuarentena

 

“El apetito es algo vivo”, escribió Amélie Nothomb en esa maravilla de libro que es Biografía del hambre. El apetito nos mueve a trabajar, “para ganarnos el pan”, escribía también, algo que en las sociedades más ricas parece estar casi asegurado sin demasiado esfuerzo. Pero no para todos. No siempre. Hemos tenido que leer que más de 11.000 alumnos de familias sin recursos de la Comunidad de Madrid, y que hasta ahora comían sin coste en los comedores escolares, seguirían recibiendo alimentos durante el confinamiento. Lo inquietante del asunto es que lo van a seguir haciendo a través de menús “especiales” que sus familias recogerán en Telepizza y Rodilla, dos de las empresas que se reparten el pastel de la comida rápida en nuestro país. Sobre la pobre calidad de estos menús, pese a que hayan sido aprobados por el Ministerio de Sanidad, ya han alertado nutricionistas como Juan Revenga, que el pasado 18 de marzo denunciaba en redes sociales y calificaba la oferta como “lamentable”. También la Federación de la Comunidad de Madrid de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado denunció públicamente esta solución a través de una nota de prensa: “No es de recibo que la solución que se haya adoptado sea la de recurrir a empresas privadas como Telepizza o Rodilla habiendo tenido numerosos comedores ya contratados”. En Valencia la solución ha sido mucho más respetuosa con familias y trabajadores: se harán cargo del sueldo de los empleados de los centros escolares durante el periodo de confinamiento y distribuirán un vale de 60 euros en concepto de “beca comedor” para que los casi 60.000 alumnos más vulnerables puedan adquirir comida en los supermercados.

¿Cómo debe ser la alimentación tanto de niños y adolescentes como del resto de la familia para que sea saludable? Silvia Romero, dietista – nutricionista especializada en nutrición infantil, sobrepeso y obesidad, autora del blog Equilibra’t, responde que es “aquella que es rica en frutas, verduras, hortalizas, frutos secos, legumbres y derivados (tofu, tempeh, soja texturizada…) y opcionalmente acompañada de una menor proporción de proteínas animales (huevos, carnes y pescados)”. Añade también que debemos alejarnos tanto como sea posible de los alimentos ultraprocesados ricos en grasas insanas, sal, azúcares y harinas refinadas, tales como patatas de bolsa, embutidos, chocolatinas, bollería, salsas comerciales, precocinados o los llamados “refrescos”. Este patrón de alimentación, según Silvia Romero, no debería ser distinto durante este periodo de confinamiento. En todo caso, señala que podemos disminuir las raciones “ya que nos estamos moviendo menos”.

 

 

Un niño come un trozo de sandía, mientras se baña.

Una oportunidad para dejar de comer mal

En enero de 2020, Silvia Romero escribía en su blog un texto en el que ella misma se respondía a una pregunta: ¿Nos estamos pasando controlando la alimentación de nuestros hijos? Explicaba que no es recomendable –y prácticamente imposible– aislar a los niños de la comida insana o poco saludable, y mencionaba momentos estresantes para las familias más “concienciadas” con el asunto de la alimentación como el entorno familiar, las fiestas o la llegada a la escuela. “Nunca debemos perder de vista una alimentación saludable para nuestros hijos y nosotros mismos. Pero no podemos meterles en una burbuja” apunta. Para la nutricionista es importante diferenciar entre lo esporádico y lo diario. En el confinamiento también. “Una cosa es hacer un día un bizcocho con ingredientes saludables y otra dejar que coman chucherías, crema de cacao, cacao azucarado en polvo, postres lácteos azucarados o galletas comerciales a diario. Como siempre digo, lo que no se compra no se come. Y si no lo tienes en casa no tendrás la tentación de comerlo. Debemos tener una despensa saludable siempre”.

El confinamiento por coronavirus ha parado en cierto modo nuestras vidas. No del todo. Aquí, dentro nuestras casas, las tareas escolares y laborales siguen su curso, los contenidos audiovisuales siguen siendo consumidos, las páginas de los libros continúan deslizándose entre los dedos de aquellos lectores –grandes y pequeños– que logran mantener su capacidad de concentración en la lectura. Nuestro apetito sigue ahí, siempre estuvo ahí, y esta vida a ralentí puede brindarle la oportunidad de descubrir que comer rico y sano no es un oxímoron. “Hay muchos profesionales que estos días nos proporcionan mucha información gratis sobre alimentación y ejercicio físico, así que debemos aprovecharla”, cuenta Silvia Romero.

Tener información puede ayudarnos a comer mejor, siempre que queramos, y sepamos, usar dicha información, claro. Para la nutricionista este tiempo con nuestros hijos e hijas puede servirnos para explicarles qué alimentos son saludables, cuáles no lo son, dejarles claro que determinadas preparaciones para desayuno o merienda son para días esporádicos y cocinar juntos recetas que nunca habíamos probado. Y si nos faltan ideas para cocinar, en Internet también las hay. La dietista-nutricionista Melisa Gómez y el cocinero Juan Llorca han elaborado una guía gratuita y accesible para todo el que lo desee: Alimentación saludable en familia. En la guía ofrecen la información esencial para alimentarnos de manera más saludable (qué alimentos priorizar y qué alimentos limitar, la frecuencia de consumo de cada grupo de alimentos o qué debe contener exactamente un plato saludable) y proponen dos menús saludables, con lista de la compra incluida.

La actividad física en la medida de nuestras posibilidades y de nuestro espacio también es importante. Lo es siempre, y lo es para todos los miembros de la familia, pero durante el confinamiento puede tener aún más importancia por la reducción de nuestros movimientos. “Hay que moverse todo lo posible. Levantarse del sofá o la silla cada cierto tiempo, saltar a la comba, hacer yincanas por casa, jugar al escondite, bailar, hacer rutinas de YouTube etc. Debemos mantenernos activos todo lo que podamos”, insiste Silvia Romero.

 

NO, NO HAY ALIMENTOS QUE AUMENTEN LAS DEFENSAS

Dicen que en toda crisis hay una oportunidad. Y en la crisis por coronavirus también parece haberlas. El miedo a contagiarnos pone en marcha nuestro instinto de supervivencia, y el de nuestras criaturas, y esto pasa inevitablemente por pensar en las defensas. No son pocos los mensajes que pueden leerse sobre la importancia de mantener un sistema inmune fuerte, algo que prometen alcanzar gracias al consumo de determinados alimentos. ¿Se puede hablar de alimentos que aumenten nuestras defensas? Julio Basulto, dietista-nutricionista y autor de libros como Se me hace bola o Mamá come sano, considera que se debe advertir a la población de que “no hay pruebas de que podamos aumentar nuestras defensas a corto o medio plazo mediante nuestra alimentación, salvo si estamos claramente desnutridos, que no es el caso en España”.Según explica el dietista- nutricionista, el único alimento que ha demostrado mejorar la inmunidad es la leche materna, pero solo en los niños amamantados. “Los adultos que tomen leche materna no mejorarán ni su inmunidad ni su salud, y restarán esa leche para quien de verdad la necesita: los lactantes”. En todo caso, sí cree que es necesario desaconsejar el consumo de bebidas alcohólicas, porque su ingesta nos vuelve más vulnerables a la neumonía, uno de los síntomas del coronavirus: “El alcohol interrumpe las vías inmunes, disminuye la defensa contra la infección e impide la recuperación de las lesiones en los tejidos”.Sí considera Julio Basulto que es importante desde todos los sectores promover una alimentación saludable –basada en alimentos de origen vegetal poco procesados–, pero no para prevenir la infección a corto o medio plazo, sino porque las últimas evidencias apuntan a que una población bien nutrida es menos susceptible a las infecciones. “Estamos viendo que el coronavirus afecta más a sectores de población con patologías crónicas muy relacionadas con el seguimiento de una mala alimentación a largo plazo, como enfermedades cardiovasculares o diabetes tipo 2”, concluye.

 

 

Fuente: elpais.com

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