“Confundir la alergia a la leche con la intolerancia a la lactosa es algo muy común entre las personas que padecen una u otra dolencia, sin embargo, el diagnóstico, tratamiento y la evolución de cada una de ellas son muy diferentes”. Así lo ha señalado el Director Médico y alergólogo de la Clínica USP La Esperanza, Juan Díez Melgosa, quien mantiene que para tener un diagnóstico acertado es necesario que los pacientes acudan a su médico para que les deriven al especialista oportuno.

Las proteínas que contiene la leche de vaca son las que producen la alergia a este alimento que se da, en la mayoría de los casos, entre los bebés (aproximadamente el 2%) en los primeros días tras empezar a ser alimentados con biberones de leche adaptada. Las fórmulas de leche adaptada, de inicio o de continuación, se fabrican a partir de leche de vaca modificada para hacerla apta para la alimentación de los bebés. Los síntomas de esta alergia alimentaria son erupción cutánea en zonas de piel en contacto con la leche, urticaria, síntomas digestivos, respiratorios o incluso reacciones anafilácticas graves.

El diagnóstico de la alergia a las proteínas de la leche de vaca se realiza con pruebas cutáneas y análisis de sangre y cuando se confirma la alergia, el pediatra o alergólogo recomienda fórmulas de leche especiales para niños alérgicos. Desde ese momento, el especialista concierta revisiones periódicas para valorar la evolución de la alergia a la leche en cada niño, estableciendo cuándo y de qué forma se puede reintroducir este alimento en su dieta, dado que aproximadamente el 90% de los niños alérgicos a la leche va tolerando su consumo antes de los 6-7 años, bien de forma espontánea o mediante la inducción de tolerancia realizada por un alergólogo.

“Aquellos pacientes que siguen afectados por la alergia a la leche deben seguir evitando el consumo de leche de vaca (al igual que la leche de oveja, cabra y de otros mamíferos, ya que son muy similares a efectos de alergia), todos sus derivados (como el yogur, queso, etc.), productos cocinados con leche o alimentos que en su composición tengan proteínas de la leche ( salsas o comida preparada, galletas, chocolate, caramelos, embutidos, patés…)”, sostiene el Dr. Díez Melgosa.

Para evitar una carencia de calcio en el organismo, la persona alérgica puede tomar suplementos de calcio, alimentos enriquecidos en calcio ( zumos, preparados de soja, etc. ) y otros alimentos que sean naturalmente ricos en calcio como las legumbres, las verduras de hoja verde, algunos pescados, etc.

Por su parte, la intolerancia a la lactosa (el azúcar que está presente en cualquier tipo de leche), suele aparecer con el paso de los años debido a la pérdida en mayor o menor grado de la enzima lactasa, encargada de que se digiera la lactosa.

“Aproximadamente el 15% de los españoles adultos son intolerantes a la lactosa, cifra que aumenta hasta el 90% en el caso de asiáticos y africanos, ya que estos consumen habitualmente menos leche”, confirma el Director Médico de USP La Esperanza.

La sintomatología de esta intolerancia es siempre digestiva, como hinchazón abdominal, flatulencia, dolor abdominal o diarrea, y debe ser diagnosticada y tratada por el especialista del aparato digestivo. Y a diferencia de los alérgicos a la leche, las personas que padecen intolerancia a la lactosa sí pueden consumir algunos productos lácteos porque su concentración en lactosa es menor, como los yogures, y también alimentos creados específicamente bajos en lactosa (leche, yogures, quesos, etc.). 


FUENTE: NOTICIAS MÉDICAS

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