en pleno golpe atmosférico de calor, con temperaturas en el límite de lo soportable, alguien del equipo de guardia que estaba ese día en el hospital, recordó un episodio publicado en la prensa sobre un fuerte golpe de calor sufrido en un niño de preescolar de 3 años.
En niños, el golpe de calor puede llegar a ser muy grave y originar secuelas neurológicas profundas. Este tipo de problemas ocurren con más frecuencia en regiones calurosas. También sabemos que son los niños más pequeños, sobre todo los lactantes, los más vulnerables al calor producido ambientalmente.
El caso que nos ocupar era el de un preescolar de 3 años, previamente sano. Ingresó tras ser hallado en el vehículo de sus padres, con las ventanas y las puertas cerradas a las 14:00 horas, en pleno verano en Andalucía. Para poder rescatar al menor hubo que romper las ventanas. El niño fue encontrado con coloración cianótica (azulada), y en situación de coma, sin respuesta a los estímulos.
El niño estaba muy caliente al tacto, muy sudoroso, con respiración superficial, por lo que un vecino sanitario «le dio respiración boca a boca» y lo llevaron inmediatamente a un hospital, donde le practicaron reanimación con oxigenoterapia y administración intravenosa de suero. Se le realizó una tomografía axial computarizada cerebral que no demostraba edema cerebral ni otras lesiones.
Se le realizó electroencefalograma que también demostró normalidad. Son muchos los estudios que afirman que un temprano y adecuado tratamiento con anterioridad al traslado al hospital es muy importante para asegurar una buena evolución de los bebés: pasarlo a una zona fresca, con sombra; quitar o aflojar la ropa. Aplicar toallas frescas sobre la piel y si puede tragar, ofrecerle líquidos.
En definitiva, parece algo similar a la importante vigilancia que se necesita de los más pequeños en las piscinas. En nuestro caso todo se pudo solventar y la evolución especialmente cerebral fue buena; pero desgraciadamente en otros casos no es así. Aunque su frecuencia es excepcional, supone un cuadro muy grave para los niños y una fuente de eterno sufrimiento para sus padres y familiares. Es otra vertiente de la medicina en la que prevenir es mejor que curar.