Juan e Ignacio García Castelló son gemelos y fundadores de Música en Vena, una asociación que trata de humanizar la estancia hospitalaria introduciendo la música en directo en más de 20 centros españoles.

 

Todo el mundo siente un pequeño escalofrío al entrar en un hospital. Si no es ese olor penetrante a química desinfectante es el tacto áspero de las sábanas de ribete azul. Si no es ese puré insípido e incoloro es el sonido de los monitores o los zuecos de las batas verdes golpeando el terrazo. Los cinco sentidos trabajando de mil maneras para recordarte que estás en un lugar frío y hostil. Todo ello muy a pesar de los esfuerzos pacificadores de los maravillosos profesionales que suelen habitar allí.

En realidad los sentidos son cómplices de tus (malos) recuerdos, tratan de rescatar ese dolor escondido, esa experiencia traumática imaginada, propia o familiar que pasaste o barruntas que algún día vivirás allí. El entorno es propicio para generar una situación de estrés emocional que, curiosamente, sólo desaparece con los sonidos estridentes de loza y cristal de, por ejemplo, la cafetería; territorio neutral para nuestro corazón y nuestros sentidos. Ese sonido cotidiano de la cafetería nos devuelve a una realidad que tranquiliza.

¿Y si buscamos el mismo efecto en otras partes más duras del hospital? ¿Y si trabajamos por mejorar ese espacio de dolor, esquivo y hostil para pacientes y familiares y así enriquecemos el confort de su estancia? ¿Y si engañamos a esos sentidos para vestir de normalidad el espacio navegando entre vivencias positivas y no a través de nuestros peores recuerdos?

Eso es lo que intenta la asociación sin ánimo de lucro Música en Vena desde 2013. Utiliza la mejor herramienta para rescatar la nostalgia buena, la que solo despierta las mariposas del estómago o evoca esa felicidad ya vivida: la música.

La música que cura sin ser medicina

El proyecto pretende una transformación social en el ámbito de la salud con un programa muy profesional. Y va camino de ello. Más de 6.000 músicos han realizado ya 2.200 microconciertos para un total de 44.000 pacientes en los 17 centros con los que se trabaja en la Comunidad de Madrid desde hace seis años. También colaboran con otros de Barcelona y Valencia.

Las audiciones para integrar la plantilla que hace posible Música en Vena son tan exigentes como las del mejor de los conservatorios. Rozalén, Rafael Amargo, Carlos Núñez, Sandra Carrasco, Los Secretos… La nómina de músicos consagrados que han participado en alguno de sus conciertos a pie de cama también revela la categoría del proyecto.

 

El contrabajista Mario Carrillo, en el Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid).

 

 

Algunos de esos profesionales han descubierto un nuevo mundo actuando para los enfermos de oncología, rehabilitación o incluso en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). “Leo Nucci, barítono acostumbrado a llenar el Auditorio Nacional con La traviata de Verdi, nos dijo que el hospital es uno de los mejores escenarios donde había cantado jamás”, cuenta orgulloso uno de los socios fundadores. No es el único. La cantante Rozalén, que también es psicóloga, ha experimentado esa catarsis personal con un público “que no es ni mejor ni peor, simplemente es distinto, agradecido, sensible y muy receptivo a interactuar con ellos”.

Pero Música en Vena trata de empoderar también a esos talentos no tan conocidos y con dificultades para encontrar una salida profesional digna para su larga y complicada formación. Ofrecen una oportunidad laboral con doble gratificación, una de ellas impagable. Si tradicionalmente el mundo del espectáculo se ha apropiado injustamente de la música dificultando el acceso a estos músicos, ¿por qué no llevarla también a otros escenarios para mejorar la oferta?

Esa profesionalidad en el organigrama ayuda a despejar otras dudas. Música en Vena no es musicoterapia, no es medicina alternativa, no trata de sustituir ningún recurso médico; simplemente se integra en el sistema para ayudar a crear un entorno mejor para los pacientes, familiares y sanitarios y así transformar el aburrido ecosistema sanitario. Tanto con tan poco. No es más que ese gesto prodigioso tan rutinario, como ponerse unos auriculares para convertir el aburrido trayecto al trabajo en un viaje único y alucinante. Si nadie puede prescindir de la música en su vida, ¿por qué estaba tan ausente en los hospitales?

Con todo ello, la asociación lleva tres años preparando un estudio científico en colaboración con el 12 de Octubre y aprobado por su comité ético para calibrar el efecto terapéutico de toda esa música en directo con los pacientes de medicina intensiva, neonatología y rehabilitación del hospital. Es un primer paso ambicioso y normativo para intentar oficializar sus terapias.

Hay estudios que demuestran que la música provoca en el cerebro un efecto similar a algunas drogas. Otros que dicen que la música clásica tiene un efecto en genes responsables de producir sensaciones de placer, pero todavía no hay ningún trabajo que recopile los efectos de una terapia hospitalaria como la de Música en Vena.

 

 

 

También hasta el Severo Ochoa de Leganés (Madrid) acude la violinista Maureen Choi como parte del equipo.

 

El nuevo estudio en marcha se llama MIR (Músicos Internos Residentes). Un grupo de 40 profesionales que acuden diariamente a establecer esa relación única con los pacientes. Durante sus sesiones se toman registros de los cambios en parámetros fisiológicos medibles y objetivables mediante el método científico para, al final del trabajo, hacer una valoración técnica de los efectos de la música en sus patologías. Eso será en 2019.

Una dificultad personal convertida en proyecto de vida

Dos de los responsables de este tinglado son los gemelos Juan e Ignacio García Castelló. Hoy, con 23 años bien vividos entre guitarras, pianos, cajas de ritmos y muchas batas blancas, no hay momento que no se les vea tararear, chasquear los dedos o golpear rítmicamente sus manos contra casi cualquier cosa que esconda algún ritmo. Llevan la música en vena y no es casualidad: su familia la ha utilizado como hilo conductor de sus vidas desde que se precipitaron al mundo.

Los gemelos nacieron prematuros y pasaron una larga temporada entubados en las urnas de cristal del 12 de Octubre de Madrid. Esa misma música que ya les acompañó en el complicado embarazo regresaría durante su incubación de las manos y cuerdas vocales de Virginia Castelló Castro, madre, fundadora y hoy presidenta de Música en Vena. El recurso de la nana es una tradición tan antigua como el lenguaje y sirve para sincronizar los ritmos naturales de madre e hijo. Nada nuevo.

Pero la idea de la asociación no nació mientras Virginia tarareaba el Duerme negrito de Mercedes Sosa a sus neonatos. El proyecto surgió hace seis años cuando su cuñada tuvo una estancia hospitalaria gélida como última experiencia de vida. ¿Por qué el final de tus días hay que pasarlos en un entorno tan áspero?

Virginia y el padre de los gemelos, el arquitecto y crítico musical Juan Alberto García de Cubas, pensaron en la necesidad imperiosa de dar color a esa experiencia sanitaria tan gris. Como expertos diseñaron un proyecto basado en la humanización y profesionalidad musical, en el voluntariado, el empleo y la investigación. No vale con poner la radiofórmula en el hilo musical o un par de funciones para disfrazar el ambiente hospitalario; el paciente tiene que tocar, sentir y escuchar los latidos y las emociones de un músico profesional que se implica, que comunica y que a la vez también disfruta de las reacciones de los enfermos y sanitarios. Se trata de reeducar esos sentidos atrofiados por el miedo escénico mediante una experiencia única, coral y recíproca.

El ciclo se cierra 23 años después. Hoy son sus hijos, aquellos primeros neonatos acunados con las nanas de Virginia, los que amenizan a pie de cama con su voz y una guitarra a otros prematuros que, al igual que hicieron ellos, saludan por primera vez al mundo con un buen chute de Música en Vena.

¿Cómo mejor si no?

 

 

 

 

Para ver el vídeo: Los beneficios de la música en la salud. Juan e Ignacio

 

Fuente: elpais.com

 

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